Frente a algunos conceptos equívocos de la filosofía que conviene resolver, ésta es un instrumento utilísimo comunicar la armonía entre la Razón y la Fe
La Filosofía, propiamente, empezó ahora hace unos veinticinco siglos en Grecia, en la antigua Atenas. Sucedía algo parecido a lo nuestro, de hoy: ilusión por la libertad (estaba cerca de la época de Pericles), por la belleza (pronto aparecerá Fidias), por el saber, que se atribuían los que a sí mismos se llamaban sophés, es decir, sabios.
Estos sophés se han quedado con el nombre de sofistas, que ha venido a significar algo así como pseudo sabios. Los primeros sofistas, ciertamente, eran hábiles en el manejo de la palabra. Podemos decir que ellos fueron los descubridores de la Retórica, es decir, del arte de persuadir con la palabra. Los sofistas se jactaban de ser capaces de persuadir a cualquiera de cualquier cosa.
Como se puede comprender, si a la gente le demuestran hoy que lo que ve son nabos y mañana que coles, se genera una desconfianza fundada hacia la verdad. Todo depende del punto de vista. Todo es relativo y el hombre es la medida de todas las cosas, en el sentido de que son como el hombre quiere. De hecho los sofistas sembraron una gran desconfianza en la capacidad humana de conocer la verdad. Los dioses se estremecían en el Olimpo ante la amenaza de su extinción y la moral andaba por los suelos.
Los sofistas decían que no existe el ser; que si existiera sería incomprensible y si fuera comprensible sería incomunicable.
En esto aparece en la agorá de Atenas un hombre de nariz respingona y aspecto poco agraciado, retando a los sofistas. Se llamaba Sócrates y no decía de sí mismo que era sophés, sino philósopho, es decir, deseoso o amante de la sabiduría. No se consideraba en posesión de la sabiduría, sino buscador, aficionado, como quien está lejos de lo que busca.
Filía significa amor, inclinación, deseo, afición a alguien o a algo.
Filodoxia, deseo o búsqueda de la opinión (también gloria o fama).
Platón, gran discípulo de Sócrates, dirá que los filósofos desean y buscan el saber, como captación de la verdad. En cambio, los filodoxos sólo buscaban opiniones, apariencias. Kant se lamenta de que muchos transforman la filosofía en filodoxia, como si no pudiéramos alcanzar más que meras opiniones sobre la realidad, y no verdaderas certezas.
Sócrates, Platón, Aristóteles, Pitágoras, eran enamorados de la verdad. En el siglo XX, Etienne Gilson dice que la primera pregunta que se debiera hacer a un estudiante de Filosofía es esta: "tú, ¿realmente estás enamorado (de la verdad)?
Ahora bien, esta verdad o sabiduría que anhela el filósofo, ¿es mera curiosidad? Evidentemente no. Por supuesto que hay una gran dosis de curiosidad, de asombro, de admiración ante la existencia del cosmos. Pero si buscamos el arjé -el principio de todas las cosas- no sólo es para admirarlo sino para descubrir el sentido de la vida. Es decir, se trata de un saber qué sentido tiene la existencia para poder vivir de modo adecuado a lo que somos.
O sea, que hace 25 siglos estaban más o menos como hoy: con un gran número de relativistas y escépticos, y unos cuantos que se esforzaban en conocer y difundir la verdad de las cosas: del mundo, del hombre y de Dios.
Estos son los grandes temas constantes a lo largo de la Historia: el mundo, el hombre y Dios. ¿Qué hay de verdad sobre estas cuestiones? ¿qué podemos conocer del mundo, del hombre y de Dios? ¿cómo hemos de habérnoslas con el mundo, con el hombre (nosotros mismos) y con Dios?
¿Qué hay de la verdad, qué hay de la bondad, que hay de la belleza? ¿En qué consiste la verdadera sabiduría? ¿Y la ética? ¿cómo debe ser mi conducta para ser "autenta", para vivir con autenticidad humana...?
FILOSOFÍA Y CRISTIANISMO
Aquellos filósofos antiguos se dieron cuenta de que los humanos somos seres complejos, que no vivimos siempre como tales, sino que, en muchas ocasiones, actuamos por debajo de nuestras posibilidades y de nuestra dignidad excelsa. Advertían que no basta vivir, sino que hay que vivir bien, no dándonos a la buena vida, sino eligiendo una vida buena, recta, correcta, de acuerdo con las normas éticas que la razón descubre cuando discurre bien. Confiaban en la capacidad de la razón para conocer la naturaleza de las cosas y remontarse al principio de todas (arjé); y vislumbraban la libertad personal, con su correspondiente responsabilidad.
Frente a ellos estaban los escépticos, los sofistas, los fatalistas (materialistas), etc.
Como hoy: los escépticos abundan, los sofistas son legión y el materialismo campea a sus anchas. A pesar de los 20 siglos de cristianismo.
La Historia no es lineal, no avanza con regularidad, no progresa automáticamente. Se puede ir de bien en mal, de mal en peor, y de mal en mejor, incluso de bueno a lo óptimo.
Los griegos alcanzaron un conocimiento natural del mundo, del hombre y de Dios, muy elevado. El cristianismo encontró así un terreno bien abonado. En el siglo II surgen filósofos cristianos que argumentan ante los otros filósofos con sus mismas armas, es decir, con la razón, en cierto modo sola, porque al hablar con los demás no introducían argumentos sobrenaturales, sino razonamientos que todos podían entender, porque eran lógicos. La filosofía fue un buen instrumento para la transmisión de las ideas y los valores cristianos a quienes estaban dispuestos a utilizar la razón de acuerdo con sus propias leyes..
Algo parecido hemos de hacer hoy, que vivimos en una época escéptica, agnóstica y relativista que requiere, como insiste el Papa Juan Pablo II, una nueva evangelización.
Para ello se requiere utilizar, como los primeros evangelizadores, todos los medios sobrenaturales (oración, expiación), pero también todos los medios humanos (trabajo). Es necesario afinar bien ese instrumento formidable que es la razón para reconducir a nuestros contemporáneos al principio. Al principio absoluto de todas las cosas (Dios), a los principios que rigen el pensamiento correcto y a los principios éticos, que regulan el crecimiento de la persona como tal, libre y responsable hacia la plenitud humana y sobrenatural.
La Filosofía no es todo, desde luego. Tenemos la fe y la teología. Pero es menester hablar el mismo lenguaje que todos los hombres y la Filosofía proporciona términos y conceptos que todos lo que quieran pueden entender, porque surgen del uso natural de la razón. No quiere decirse que todo el mundo lo vaya a entender a la primera, pero como no se trata de otra cosa que de razonar, es seguro que muchos, que desean razonar bien, podrán captar nuestro mensaje.
Además, la buena filosofía presta una inestimable ayuda a la fe y a la teología. Porque la fe no es un acto irracional, sino razonable; y la teología no es otra cosa que la aplicación de las leyes lógicas de la razón a los conocimientos que nos presta la revelación divina (Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio).
Cuanto mejor podamos razonar filosóficamente, mejor podremos razonar teológicamente. El progreso en filosofía redundará en progreso de la teología. Conoceremos mejor a Dios y, en consecuencia, tendremos la posibilidad de amarle más.
Retengamos, pues, lo siguiente:
1. A la Filosofía interesa la verdad, sobre todo la verdad vital, la que afecta a la totalidad del vivir humano.
2. La Filosofía parte de la experiencia y utiliza la razón para avanzar en el conocimiento de la verdad.
3. La Filosofía es búsqueda de la verdad. Por consiguiente no se opone a ninguna verdad, ya sea la descubierta por las ciencias particulares, ya sea la descubierta por la teología. Dios es el autor de todos los órdenes del conocimiento y del resto de la realidad; y no puede contradecirse.
mas información : http://www.arbil.org/(30)filo.htm
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