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viernes, 27 de junio de 2008

ELLOS Y SUS ZONAS EROGENAS


Mercedes Martín Luengo


Aunque el grueso de su sensibilidad se concentra en las partes nobles, la sexualidad masculina no puede reducirse a sus órganos genitales. En palabras de Raquel Welch, “la mente también puede ser una zona erógena”.

En la arena amorosa los amantes ponen en juego la imaginación y sus zonas erógenas dando rienda suelta a un tropel de sensaciones que se entremezclan, retroalimentan y confunden...

Las zonas erógenas se definen como aquellas partes del cuerpo más sensibles a la excitación sexual.

La sexualidad masculina está muy supeditada a los órganos genitales que, externos y bien visibles, se prestan de mil amores a la estimulación y se excitan con mucha rapidez.

El pene es su órgano erógeno por antonomasia, en especial el glande, surcado por infinitas terminaciones nerviosas, y la cara ventral del miembro.

La región erótica del hombre se extiende por los aledaños de esta región, donde también se muestran muy receptivos la piel del escroto, el perineo desde la bolsa testicular al ano y la cara interna de los muslos.

En los cinco sentidos

En tanto que la piel al completo es susceptible de convertirse en transmisor de sensaciones eróticas, la extensión y eficacia de las zonas erógenas depende en gran medida de la habilidad de la pareja y del modo de estimulación ejercido.

Las zonas eróticas masculinas también están presentes en las areolas mamarias, la nuca, el cuello y los oídos, regiones donde los besos y las caricias con la lengua obran milagros.

El placer también anida en los cinco sentidos, sutiles órganos que potencian la excitación y amplifican las sensaciones voluptuosas. Las encuestas revelan que el 44% de los españoles considera el tacto el sentido más estimulante, aunque reconocen que la visión de escenas eróticas, el olor de la pareja o los sonidos que emite cuando goza, caldean el ambiente.

Según los expertos, las zonas erógenas dominantes cambian con la edad y el crecimiento del organismo. El deseo juvenil no precisa recurrir al estímulo genital para llegar a buen puerto. Pero a partir de los 50 y 60 años, la estimulación directa de los órganos genitales, en especial la estimulación bucal, resulta muy efectiva e incluso indispensable para que el acto sexual sea satisfactorio.

El secreto reside en ser capaz de activar en el otro el deseo, ya sea mediante la estimulación de regiones físicamente táctiles o puramente imaginarias. Habrá pues que agudizar el sentido de la observación ante sus reacciones para descubrir con qué y cuándo experimenta más placer.