La "verdad absoluta" es una especie en peligro de extinción.
En aras de una sofisticada tolerancia, pareciera como si los absolutos hubieran desaparecido para siempre. Pocos que han adoptado esta forma de pensar se han detenido a examinar sus débiles fundamentos filosóficos o sus terribles consecuencias prácticas para la vida en sociedad.
Este artículo le provocará a pensar y a reevaluar la actual relatividad.
“¿La verdad? Yo no creo en la verdad.
Yo creo en el estilo.”
Hugh Grant, actor británico.
El punto climático en esta entrevista lo es la última pregunta que Pilato dirigió al prisionero. Cuando Jesús se autodenominó Rey y manifestó ser la persona con quien se identificaría todo amante de la verdad, Pilato respondió: “¿Qué es la verdad?”
¿Sería sincera la pregunta? ¿Tendría Pilato inquietudes filosóficas? ¿Dudas existenciales? ¿Esperaba Pilato una contestación? ¿Qué hubiera respondido Jesús?
La búsqueda de la verdad es tan antigua como la raza humana. Ante tan importante pregunta pareciera que hoy lo tenemos claro. Se dice, como dogma y sin pensarlo: “la verdad es relativa...” En el siglo en que la Teoría de la Relatividad marcó la entrada de la era atómica, la relatividad de la verdad, con sus implicaciones en la religión y en la ética, se ha visto como otro gran adelanto en la humanidad; otro paso en el movimiento de progreso.
El resultado en la actualidad lo vemos por dondequiera, en la vida cotidiana y en los anuncios de televisión: La Verdad absoluta no existe; ha muerto. Los filósofos modernos han certificado su defunción y los expertos de los medios de comunicación han celebrado el sepelio.
En un anuncio de cerveza se decía: “La vida no es como es. La vida es como tú la ves.” Bajo esta forma de pensar cada persona se convierte en el propio arquitecto de su particular verdad. O, como dice la canción de Jarabe de palo, “... Depende, todo depende...”
En el diálogo entre amigos se ha hecho común la siguiente escena. Cada contertulio presenta su opinión sobre el tema en cuestión. Las posiciones son diferentes e incompatibles entre sí. La reconciliación de conceptos se hace imposible. Antes la solución se hubiera buscado en la continuación del diálogo y en la profundización del tema hasta descubrir el concepto más cercano a lo verdadero. Hoy no. La conversación hoy seguramente terminará con la muy trillada frase: “Esto será verdad para ti, pero no para mí.”
De la Realidad a la Relatividad
¿Cómo hemos llegado a esto?. El concepto de una “verdad relativa” no es nuevo. Ya Protágoras, filósofo griego del siglo V AC, había afirmado que “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Pero fue con el Renacimiento y la Ilustración que comenzaron los pasos definitivos en dirección contraria al concepto de la Verdad. Para esta época Dios dejó de ser el centro y la base de la sociedad. El redescubrimiento de los clásicos griegos y el humanismo resultante llevaron al hombre y a su razonamiento a tomar el lugar de Dios como “medida de todas la cosas.”
Más tarde, con la Modernidad, vino la exaltación de la razón, de la ciencia y del progreso. La atención pasó de lo sobrenatural a lo natural. Y según los “misterios” de la vida fueron descubiertos y el orden del cosmos (parcialmente) comprendido, se eliminó la “necesidad” de Dios. El progreso fue exaltado y nada parecía estar fuera del alcance de la humanidad, de la ciencia y de la tecnología. Los lugares de culto se mudaron de las catedrales a las aulas, a los laboratorios y a los microprocesadores. Así pues, en la búsqueda de guía para la vida, el hombre consiguió su autonomía para conocer la verdad sin estar sujeto, como antes, a la autoridad de la Iglesia o de Dios.
Postmodernidad
Pero este proceso evolutivo del razonamiento no se detuvo ahí. Las últimas dos décadas han visto el desarrollo de una nueva forma de acercamiento a la vida. De manera correcta se le ha llamado “Postmodernidad.”
Hoy se niega la existencia de algo que funcione como norma y criterio para la verdad. Y se le ha dicho adiós a la razón. Sobre este intrigante proceso el afamado escritor norteamericano Allan Bloom comentó: “Apertura solía ser la virtud que nos permitía buscar el bien usando la razón. Ahora significa aceptar todo y negar el poder de la razón.”
Bajo esta forma de pensar toda verdad es una construcción de nuestra razón. La objetividad de una realidad fuera de nosotros da paso a una interpretación particular e individualista. Finalmente este proceso ha llevado al fenómeno del “descontruccionismo:” La reinterpretación de la historia, de la ciencia, de la cultura y de la moral a la luz de estas ideas.
Complejo como puede resultarnos este concepto de Postmodernidad, una tabla comparativa puede ayudarnos a visualizar sus características más relevantes.
VER : http://www.menteabierta.org/html/articulos/ar_laverdad.htm