Este articulo lo encontré en la web... y me gustó mucho, se los muestro para que no dejen de soñar...
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Nunca he sabido marcar la diferencia. Establecer la línea invisible que divide lo real de lo imaginario porque, desde que era muy pequeño, he sabido sumergirme en un mundo interior donde solo yo tenía acceso. Se trataba de un mundo donde era el triunfador y el héroe de las historias. El que vencía al malo, el chico guapo, el personaje importante por el cual el mundo empezaba y luego acaba. Un lugar agradable, aunque a veces pudiera parecer cruel, donde había una sensación emblemática, casi mágica, que lo convertía en el mejor sitio donde uno pudiera estar.
Con el tiempo, aquellas historias que tenía desde niño fueron relegadas por otro tipo de fantasías aun más desarrolladas, aun más profundas y un buen día, todo empezó a ser plasmado sobre papel. Eran historias tan buenas que necesitaba escribirlas para que el día de mañana pudiera dar marcha atrás y recordar aquello con lo que un día fantaseé.
Así nació una afición, una pasión o un sueño mayor que englobaba todos los demás: El afán de escribir. Pero pronto emergió una satisfacción superior: El aplauso de aquel que me leyó.
Sé que hay gente que no cree en los sueños, que considera que perseguirlos es como correr detrás de un espejismo que se desvanece en cualquier momento, posiblemente cuando crees que estás más cerca de conseguirlo. Y tal vez tiene razón y lo más sano para las mentes de nuestro siglo sea apelar a lo práctico, a lo que se tiene y no mirar más allá donde un día los sueños residieron.
Pero me es imposible. Por más que intento apagar la ventana de mi mundo interior, este siempre vuelve para hacerme volar a los mundos a los que viajaba de pequeño. No puedo evitar recordar aquellas aventuras y morirme de ganas por plasmarlas en el papel para que la gente las lea y escapen conmigo allí donde los sueños se hacen realidad.
Tal vez se trate de un mundo mucho más humano, aunque este coexista en un plano surrealista o paralelo al que todos vivimos, pero estoy convencido que existe y que interactúa con otros mundos provenientes de la imaginación de todas las demás personas de mi alrededor, derivando en una memoria colectiva donde se engrosan todos los sueños que un día tuvimos.
Y siento lástima por aquellos que también soñaron y hoy ya abandonaron sus sueños. Tal vez la desesperanza habita en sus corazones relegados a la cotidiana realidad, que no tiene por qué ser triste, ya que a veces esta puede ser alegre, aunque si desalentada y vacía de ilusiones y ambiciones. Me da mucho coraje oír de sus bocas que lo único que hago es perseguir un reflejo que solo se materializa en mi vida como la peor de mis pesadillas, apareciendo como un duro muro de hormigón con el que me estampo para caerme al suelo.
Tienen razón. Perseguir ese sueño solo me ha llevado a golpearme contra el duro muro de la realidad, a la negativa de las personas que en un principio parecen no apostar por mí como el contador de historias que yo deseo ser. Y sin embargo aquí estoy. Levantándome una vez más del frío suelo porque volví a caerme de bruces. Me levanto, miro al cielo y tras una dibujárseme una leve sonrisa en el rostro, me sacudo las ropas y vuelvo a coger uno de mis entrañables manuscritos para continuar luchando por ese sueño.
¿Por qué Roberto? ¿Por qué vuelves a intentarlo aun sabiendo lo difícil que es lograrlo? Y sé que no es sano. Que alguien te emponzoñe tu creatividad con una muestra de la cruda realidad, sabiendo que esto te va mellando, alimentando tu irascibilidad, tu pesimismo y llenándote de angustia. ¿Qué sentido tiene continuar? ¿Qué valor?
Pero no lo puedo evitar. Porque hay un momento que vuelve avivar mi ilusión y mis esperanzas. Un momento en el que todo puede cambiar, porque cuando vuelves de entregar tu manuscrito a un concurso, cuando regresas a casa de dejar una obra en una editorial, te descubres soñando de nuevo, pensando ¿Y si esta vez si? Y por breve instante, por muy pequeño que este sea, puedes pensar que ahora lo lograrás y eso, aunque solo sea eso, tiene un valor en sí mismo.
Con el tiempo, aquellas historias que tenía desde niño fueron relegadas por otro tipo de fantasías aun más desarrolladas, aun más profundas y un buen día, todo empezó a ser plasmado sobre papel. Eran historias tan buenas que necesitaba escribirlas para que el día de mañana pudiera dar marcha atrás y recordar aquello con lo que un día fantaseé.
Así nació una afición, una pasión o un sueño mayor que englobaba todos los demás: El afán de escribir. Pero pronto emergió una satisfacción superior: El aplauso de aquel que me leyó.
Sé que hay gente que no cree en los sueños, que considera que perseguirlos es como correr detrás de un espejismo que se desvanece en cualquier momento, posiblemente cuando crees que estás más cerca de conseguirlo. Y tal vez tiene razón y lo más sano para las mentes de nuestro siglo sea apelar a lo práctico, a lo que se tiene y no mirar más allá donde un día los sueños residieron.
Pero me es imposible. Por más que intento apagar la ventana de mi mundo interior, este siempre vuelve para hacerme volar a los mundos a los que viajaba de pequeño. No puedo evitar recordar aquellas aventuras y morirme de ganas por plasmarlas en el papel para que la gente las lea y escapen conmigo allí donde los sueños se hacen realidad.
Tal vez se trate de un mundo mucho más humano, aunque este coexista en un plano surrealista o paralelo al que todos vivimos, pero estoy convencido que existe y que interactúa con otros mundos provenientes de la imaginación de todas las demás personas de mi alrededor, derivando en una memoria colectiva donde se engrosan todos los sueños que un día tuvimos.
Y siento lástima por aquellos que también soñaron y hoy ya abandonaron sus sueños. Tal vez la desesperanza habita en sus corazones relegados a la cotidiana realidad, que no tiene por qué ser triste, ya que a veces esta puede ser alegre, aunque si desalentada y vacía de ilusiones y ambiciones. Me da mucho coraje oír de sus bocas que lo único que hago es perseguir un reflejo que solo se materializa en mi vida como la peor de mis pesadillas, apareciendo como un duro muro de hormigón con el que me estampo para caerme al suelo.
Tienen razón. Perseguir ese sueño solo me ha llevado a golpearme contra el duro muro de la realidad, a la negativa de las personas que en un principio parecen no apostar por mí como el contador de historias que yo deseo ser. Y sin embargo aquí estoy. Levantándome una vez más del frío suelo porque volví a caerme de bruces. Me levanto, miro al cielo y tras una dibujárseme una leve sonrisa en el rostro, me sacudo las ropas y vuelvo a coger uno de mis entrañables manuscritos para continuar luchando por ese sueño.
¿Por qué Roberto? ¿Por qué vuelves a intentarlo aun sabiendo lo difícil que es lograrlo? Y sé que no es sano. Que alguien te emponzoñe tu creatividad con una muestra de la cruda realidad, sabiendo que esto te va mellando, alimentando tu irascibilidad, tu pesimismo y llenándote de angustia. ¿Qué sentido tiene continuar? ¿Qué valor?
Pero no lo puedo evitar. Porque hay un momento que vuelve avivar mi ilusión y mis esperanzas. Un momento en el que todo puede cambiar, porque cuando vuelves de entregar tu manuscrito a un concurso, cuando regresas a casa de dejar una obra en una editorial, te descubres soñando de nuevo, pensando ¿Y si esta vez si? Y por breve instante, por muy pequeño que este sea, puedes pensar que ahora lo lograrás y eso, aunque solo sea eso, tiene un valor en sí mismo.