La soberbia no es sólo el mayor pecado según las escrituras sagradas, sino la raíz misma del pecado. Por lo tanto de ella misma viene la mayor debilidad.No se trata del orgullo de lo que tú eres, sino del menosprecio de lo que es el otro, el no reconocer a los semejantes.Quizá lo más pecaminoso de la soberbia sea que imposibilita la armonía y la convivencia dentro de los ideales humanos. Nuestros destinos son enormemente semejantes: todos nacemos, todos somos conscientes de que vamos a morir, todos compartimos necesidades, frustraciones, ilusiones y alegrías. Que alguien se considere al margen de la humanidad, por encima de ella, que desprecie la humanidad de los demás, que niegue su vinculación solidaria con la humanidad de los otros, probablemente ése sea el pecado esencial. Porque negar la humanidad de los demás, es también negar la humanidad de cada uno de nosotros, es negar nuestra propia humanidad. No hace falta remontarse a la teología para convertir en pecaminosa la soberbia.
Ocurre que hay momentos en los que se toma como soberbio a quien sobresale por sus virtudes. El vicio tiene que ver con la representación de la excelencia, pero no con la excelencia en sí misma. El excelente no tiene la culpa de serlo. La soberbia en estos casos es la excelencia arrojada a la cara del otro.
La soberbia nace cuando la criatura desafía a Dios no admitiendo su condición de criatura y tratando de imponer su deseo frente a la divinidad. Pero se supone que Dios marca los límites que deben tener las pulsiones. Entonces la criatura decide entre servir o no servir a ese Dios y lo enfrenta cuando decide no ser siervo.
Por otra parte, nada me abruma más que la falsa humildad. Cuando alguien dice "yo no quiero nada para mí, todo lo que pido lo quiero para otros". Mala señal. A mí la gente que no quiere nada, me produce desconfianza.Ser soberbio es básicamente el deseo de ponerse por encima de los demás. No es malo que un individuo tenga una buena opinión de sí mismo —salvo que nos fastidie mucho con los relatos de sus hazañas, reales o inventadas— lo malo es aquel que no admite que nadie en ningún campo se le ponga por encima.
Los soberbios no le dejan paso a nadie, ni toleran que alguien piense que puede haber otro delante de él. Además sufren la sensación de que se está haciendo poco en el mundo para reconocer su superioridad, pese a que siempre va con él ese aire de "yo pertenezco a un estrato superior".
La soberbia es la antonomasia de la desconsideración. Es decir: "Primero yo, luego yo y luego también yo." Tal vez, la soberbia sea una cosa sencilla: simplemente se trata de maltratar al otro. Pero sus caídas suelen transformarse en tragedias que no pueden superar en sus vidas.
En definitiva la soberbia es debilidad y la humildad es fuerza. Porque al humilde le apoya todo el mundo, mientras que el soberbio está completamente solo, desfondado por su nada. Puede ser inteligente, pero no sabio; puede ser astuto, diabólicamente astuto quizá, pero siempre dejará tras sus fechorías cabos sueltos por los que se le podrá identificar.
Vamos a describir los síntomas por los que podemos descubrir esta enfermedad espiritual:.-
Rechazo de las correcciones: El orgulloso recibe cualquier corrección como si de un ataque personal se tratase. Su resorte es ponerse a la defensiva ("¡pues anda que tú...!"). No es consciente de que Dios pueda estarse sirviendo del prójimo para abrirle los ojos y desenmascarar sus defectos. Todo ello puede llevar al extremo de que el soberbio pretenda ser un autodidacta, prescindiendo de la riqueza tan grande que suponen los consejos, enseñanzas, testimonios, etc...
Cabezonería: Se traduce en incapacidad de ceder en las discusiones. En el fondo el orgulloso mantiene sus posiciones por "propias", antes que por "verdaderas". En el fragor de la discusión, no deja un ápice a ver las razones del prójimo. En realidad, lo está sintiendo como un contrincante. Incluso aunque el orgulloso llegase a ser consciente en su fuero interno de estar en el error, mantendría su postura primera por no pasar por la humillación de reconocerse equivocado. Precisamente el problema consiste en que siente como humillación el decir "me he equivocado".
Decepción ante el fracaso: Cuando el soberbio fracasa en una empresa, se derrumba interiormente. Su decepción es un signo muy claro de orgullo, porque deja al descubierto que había construido en sueños su personal castillo de naipes, en el que -por supuesto- ocupaba el lugar central; y la desesperación le invade al comprobar cómo saltan por los aires sus planes. En realidad, el problema está en que al soberbio no le interesa lo que Dios quiera de él o cuando menos está despreocupado de ello; ya que está demasiado ocupado en sus estrategias.
Proponemos una serie de consejos espirituales: PARA VENCER A A SOBERBIA
- Fe en el valor medicinal de la humillación
- Petición de perdón
- Reconoce que siempre hay alguien que sabe mas que tú.
Escuchen estas palabras donde habla de la soberbia pero primero habla sobre la avaricia, que es un tema que despues tocaremos.....
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